En cuanto la despidieron, la sirvienta tomó unas monedas de su bolso y las arrojó a Hitler, el perro de la familia.
Cuando su ex-patrón le preguntó por qué hacía eso, ella le contestó:
"Yo nunca me olvido de un amigo. ¡Esto fue por ayudarme a limpiar los platos todos los días!"
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