jueves, 27 de noviembre de 2008

De la vida real: Confesiones de jubilación


Tan pronto me retiré me dirigí a las oficinas del Seguro Social para solicitar mis beneficios.
La dama que estaba allí atendiendo al frente en el primer escritorio me pidió mi licencia de conducir para verificar mi edad. Busqué en mi bolsillo y... había olvidado mi cartera en la casa.
- Lo siento mucho -le dije- dejé mi cartera, así que tendré que ir a mi casa de nuevo y volver más tarde.
La mujer me miró y me dijo:
- Desabróchese la camisa.
Me desabroché la camisa, mostrando mi canoso y grisáceo pelo en el pecho.
- Su pelo gris y canoso es prueba suficiente para mí -me dijo la dama, al tiempo en que seguía con los trámites de mi solicitud.
Cuando regresé a mi casa, le conté a mi mujer, muy contento, lo sucedido en las oficinas del Seguro Social.
A lo que mi esposa respondió:

- Mejor te hubieras bajado los pantalones. Probablemente hubieses conseguido también los beneficios por incapacidad.

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